5 de junio de 2010

Una de exorcismos



Hace dos noches tuve una cena de trabajo. Algo me sentó mal y al rato de llegar a casa parecía la niña del exorcista en versión light (no había insultos, ni curas); mi baño y yo, una formidable pareja en ese momento.

Cuando la piel de mi abdomen se pegó a la de mi espalda dormí como un lirón .

A la mañana siguiente pensé en que es una pena que mi cerebro no sea capaz de vomitar todo lo que le sienta mal y después quedarme tan pancha.